Ser foráneo y comer como rey en 4 pasos.

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Aceptémoslo. Presumir que se te queman hasta las quesadillas  ya no está cool. Quizás en la prepa, cuando vivías en casa de tus papás y la comida aparecía en la mesa como por obra y gracia de un batallón de elfos domésticos, no importaba mucho; pero ahora que has salido de tu terruño para estudiar en otra ciudad, probarte a ti mismo y ser más o menos independiente, el arte de cocinar es una práctica básica de supervivencia.

Yo lo viví, y hace un rato, mientras leía un post con el que me sentí profundamente identificada, Soy foránea, ni de aquí ni de allá,  de mi amiga y blogger Mariana Valenzuela,  me invadió la nostalgia de aquellos días del 2009 en los que comenzó mi aventura como sonorense expatriada. Hay momentos en los que te dan ganas de regresarte corriendo a tu antigua vida, cerca de tu familia, donde todo parece más sencillo y uno no tiene que perder tiempo lavando ropa, yendo al súper y preguntándote qué hacer de cenar con la mitad del tomate, las dos rebanadas de jamón y el pedazo de queso que quedan en el refri. Pero en la vida hay que crecer, y la realidad es que uno mismo elige meterse en este asunto de salir de la zona de confort y vivir en una ciudad ajena.  Así que en nombre de mis años de estudiante, en los que mis amigos y yo consideramos la idea de crear un grupo que se llamara “Soy foráneo y tengo hambre”, les dejo aquí cuatro consejos para comer como rey, siendo foráneo.

1.Cocina.

Sí. Cocina. No te voy a decir que “aprendas a cocinar” porque para ello, simplemente hay que hacerlo y punto. El arte gastronómico es algo que se va desarrollando con la práctica y siempre habrá algún platillo o técnica nueva que aprender. El truco está en seguir la receta and that’s it, entre más sencilla sea ésta última, más fácil será tu experiencia. Puedes iniciar con algo simple, pero sugiero que tu primer intento no sea la comida favorita que prepara tu mamá. Porque tenemos que afrontarlo, por más que extrañemos su comida, por más que la tengamos al teléfono mientras picamos verdura y sigamos sus indicaciones al  pie de la letra, hay cosas que nunca van a saber igual si nosotros las preparamos. Así que si le pides a tu mamá la receta de la cochinita pibil que preparó en tu cumple, y por una cosa u otra el sabor no es el mismo, te enfrentarás a una tremenda desilusión además de un ataque de homesickness. Mejor, en un inicio, elige una receta sencilla que suelas comer de vez en cuando en algún restaurante. Pueden ser unas simples pechugas de pollo a la plancha con ensalada. Condiméntalas con ajo en polvo, un poco de sal y si te quieres ver creativo, una pizca de tomillo seco (a la venta en la sección de hierbas y especias de su supermercado favorito). Sartén caliente, un poquito de aceite y unos minutos después, voilá. Viaje a la Provenza francesa desde tu mesa de plástico de foráneo. La joie de vivre.

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Sabores de la Provenza Francesa desde mi mesita de plástico de estudiambre.

  1. Compra comida.

Puede parecer obvio, pero si en tu refrigerador no hay otra cosa que pizza de microondas, carne procesada y un tarro de mayonesa, no hay mucho con lo qué trabajar. La buena comida se hace con buenos ingredientes, eso no significa que sean caros, pero tienes que ir por ellos. Carnes al natural como pollo, pescado, res o cerdo, preparadas con un poco de creatividad convertirán tus días tristes  en un placer si te das el tiempo de combinarlas con las verduras, frutas y especias indicadas. Quizás sea para ti un mundo desconocido, la buena noticia es que la información abunda en internet y las opciones no tienen límites. Es sólo cuestión de buscar un par de recetas que quieras probar, hacer una lista de los ingredientes y una excursión al súper de tu preferencia. Con un par de veces que lo hagas tendrás suficiente para darte cuenta de todo lo que te puedes ahorrar preparando tu propia comida en lugar de comer pizza toda la semana. Comerás como rey, con presupuesto de foráneo.

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Por otra parte, una de las cosas más bonitas y convenientes que tiene México son los tianguis. Comida fresca, variada y barata. Si como yo, tienes la gloriosa fortuna de que alguno de estos mercados ambulantes se instale una vez por semana cerca de tu casa, aprovecha y lánzate por la mejor fruta de la ciudad.

  1. Pídele a tu amigo el foodie unos cuantos tips.

Todos tenemos un foodie cerca. Están de moda y serlo trae un montón de placer a la vida, qué les puedo decir yo. Invítalo una tarde a preparar la cena. Descubrirás un montón de cosas; como lo que significa “al dente”, que la olla de cocimiento lento que te regaló tu mamá puede hacer maravillas, que la maicena es lo que usan los chinos para darle consistencia a sus gravies; que calentar bien el sartén antes de ponerle el aceite hace la diferencia; que la salsa bechamel puede hacerse con sólo mantequilla, leche y harina y que va perfecto con la pasta y un montón de cosas más; pero sobre todo, entenderás que la comida a veces suena más complicada de lo que realmente es y que gran parte del conocimiento de tu amigo foodie proviene del autoaprendizaje, de un montón de búsquedas en google y de muchos sitios de recetas.

By the way… a los foodies nos encanta que nos pregunten sobre cómo preparar tal o cual cosa. Pasar un rato en la cocina con un amigo o amiga, nos hace muy felices y la recompensa siempre es excelente.

Qué bonito es lo bonito.
Qué bonito es lo bonito.

4. Pierde el miedo. Experimenta

Poco a poco has logrado sentirte más cómodo frente a la estufa. Sigues sorprendido y encantado con lo fácil que es seguir una receta, saboreas el dulce orgullo de haber creado por ti mismo un platillo digno de reyes. Ahora es momento de experimentar y crear cosas nuevas. Déjate llevar por el antojo y la inuición. El mismo pollo de siempre se transforma con una pizca de crema y chipotle, el pescado con unas ramitas de eneldo, el arroz blanco con una cucharada de comino te llevará directo a Bombay. Cocinar es una de las formas más placenteras y baratas de viajar. El mundo de la gastronomía no tiene límites, y creéme, no hay manera de aburrirse. Tú decides si lamentas tus días lejos de la comida de mamá, o aprovechas la oportunidad de descubrir nuevos mundos.

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