Amar, desbordarse, fluir.
Pues finalmente llegó. Con días que se antojan interminables; con naturaleza renovada, de color verde brillante, suntuosa, intrépida, espectacular. Sus tardes cálidas, sus mañanas frescas, sus noches iluminadas por un millón de luciérnagas, sus cielos de índigo. Llegó el verano y me he vuelto a enamorar no sólo de esta tierra extraña y tramposa, también de mí, de mis ideas, de mi vehemencia, de mi ímpetu, ese que hace algunos meses consideré perdido. De mi cocina que más bien parece un laboratorio experimental que deslumbra mis sentidos (y los de mi adorado, ja!), y de pronto hasta lavar los trastes dejó de ser una monserga.
La vida fluye en verano, y yo con ella. En medio de aquellos meses de frío y locura tomé una decisión de la que no me arrepiento. Volver a la Universidad. Pero creo que no sabía en lo que me estaba metiendo. Una Maestría en Literatura Española que me ha ayudado a ejercitar mi cabeza y redireccionar mis pensamientos, en aquel momento, tan claustrofóbicos como yo en el invierno; que en un principio se convirtió en un alivio porque pasar 14 horas contando sílabas y descifrando las estrofas métricas más comunes de la poesía de la edad de oro era no sólo estimulante, sino tranquilizante también; ha sido abrirle una puerta a mis pensamientos, que ya les dije se agolpaban dentro de mi cabeza y abarrotaban mi entendimiento. Ahora vuelan más libres, menos densos, ligeros. Y yo salgo con mis textos al bosque, a leer páginas que parecen interminables, porque el clima es un encanto, y aunque la cabeza ahora vuela, el cuerpo también merece respirar aire fresco.
Reencontrarme con Sor Juana, con Góngora y con Lope ha sido una delicia, me ha ayudado a recuperar el propósito perdido, a enamorarme de la vida. Necesitaba letras, necesitaba arte para apreciar la rutina y el amor de lo cotidiano, con la pasión que el mismo Lope expresa en el siguiente soneto que me parece no sólo una genialidad estética, sino sublime, etérea.
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
¡Dios te bendiga, Lope! ¡Dios nos bendiga con el atrevimiento de vivir, de amar y reinventarnos!
Así que si ahora mismo no encuentras sol que te caliente y le has perdido el gusto a los días, busca ese eslabón que te falta, eso que te haga levantarte cada mañana y dar gracias. Porque vale la pena amar, desbordarse, fluir. Y de repente, ¿Por qué no? Escribir un que otro soneto.
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Ana Diameleth
wow, siempre me encanta leerte, ya no te tardes tanto en escribir. Saludos!
Dámaris Villegas Murrieta
Gracias por escribirme, Ana! Tengo una lista de nuevos temas que quiero desarrollar, así que estaré publicando más seguido 😉
Abrazo grande!
Mariana
Leí que habías escrito algo nuevo y el título me trajo aquí inmediatamente. En esta etapa de mi vida, empezando a pensar en seguir un camino profesional tan parecido al que tú describes, no sabes lo bonito que es leer que sí hay posibilidades, que los cambios sí pueden ser buenos y que después del invierno siempre, inevitablemente, vendrá la primavera.
Dámaris Villegas Murrieta
Así es, Mariana. Ninguna aventura está exenta de retos y momentos difíciles, pero creo firmemente que la vida es muy corta como para no atrevernos a vivirla y quedarnos con las ganas; como bien dices, por más frío que parezca el invierno, al final, inevitablemente, vendrá la primavera. Deseo que tengas mucha claridad decidir, y que sea cual sea tu decisión, te mantengas siempre fiel a ti misma.
Dámaris