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Amar, desbordarse, fluir.
Pues finalmente llegó. Con días que se antojan interminables; con naturaleza renovada, de color verde brillante, suntuosa, intrépida, espectacular. Sus tardes cálidas, sus mañanas frescas, sus noches iluminadas por un millón de luciérnagas, sus cielos de índigo. Llegó el verano y me he vuelto a enamorar no sólo de esta tierra extraña y tramposa, también de mí, de mis ideas, de mi vehemencia, de mi ímpetu, ese que hace algunos meses consideré perdido. De mi cocina que más bien parece un laboratorio experimental que deslumbra mis sentidos (y los de mi adorado, ja!), y de pronto hasta lavar los trastes dejó de ser una monserga. La vida fluye en verano,…